sábado, 10 de septiembre de 2016

EL MUNDO MEDITERRÁNEO EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA 395-600 de Averil Cameron - Denso en conceptos y rico en detalles - Valoración 9 sobre 10


Título original The Mediterranean world in late antiquity ad 395-600
Traductor Teófilo de Lozoya
Páginas 264
Idioma Español
Publicación 1993 (1998)
Editorial Crítica
 
El mundo mediterráneo en la Antigüedad tardía (395-600) empieza con la división del imperio entre Oriente y Occidente a la muerte de Teodosio y termina con las invasiones árabes en Oriente. Es la continuación de El Bajo Imperio romano, 284-430 d.C.  y de hecho debería publicarse como un solo libro que conformaría el manual canónico sobre la Antigüedad Tardía.
Lo primero que sorprende es la densidad de conceptos y riqueza de detalles que te hacen sentir como si leyeras un libro de 800 páginas en lugar de las 260 que tiene. Y no porque resulte pesado o aburrido; todo lo contrario, su diálogo constante con las fuentes y las diferentes interpretaciones te sumergen en un tiempo histórico vivo y vibrante del que, para bien o para mal, somos herederos.

Comienza con una suculenta introducción de unas 30 páginas donde analiza los enfoques anteriores y actuales de los historiadores, explora las fuentes, fija el periodo de la Antigüedad Tardía y delimita sus principales problemas que para Cameron son:
-          El proceso de cristianización.
-          El de la defensa.
-          La supuesta decadencia de la economía del Bajo Imperio.
-          Los cambios y reajustes en la esfera educativa e ideológica.
Continua con la fundación de Constantinopla y el Imperio Oriental, la relación de los bárbaros y el ejército tardorromano, la relación Iglesia y Sociedad, el papel de los obispos, los conflictos, los monjes y ascetas, y el pronto enriquecimiento de la Iglesia.
Sigue con un análisis de las estructuras sociales y la economía, la reconquista de Justiniano, las transformaciones en la cultura y mentalidad, los cambios en la vida urbana, para terminar con las invasiones persas y árabes y los motivos de su éxito.

Nos impactan por igual sus visiones panorámicas:
Las grandes construcciones recién erigidas, iglesias y monasterios, constituían los nuevos centros de poder e influencia; los desiertos de Egipto y Siria se transformaron en morada de miles y miles de monjes de toda laya, y las provincias de Oriente se convirtieron en un crisol de culturas, abierto a todo tipo de cambios sociales.”
O cuando pone la lupa para escrutar los detalles, por ejemplo, de las revueltas religiosas:
Los sublevados empezaron a entonar cánticos pidiendo «Un nuevo emperador para el estado romano», y de esta guisa fueron hasta la residencia del anterior prefecto, Marino el Sirio; al no encontrarlo en ella, incendiaron su casa y saquearon todas sus pertenencias... En la casa hallaron a un monje oriental y, tras prenderlo, lo mataron, paseando luego su cabeza por las calles clavada en un palo entre cánticos que decían: «Mirad al enemigo de la Trinidad». Corrieron luego a casa de Juliana, mujer patricia de ilustrísimo rango, y se pusieron a vitorear a su esposo, Aerobindo, pidiendo que se convirtiera en emperador del estado romano.”
Explica como empezó el temprano enriquecimiento de la Iglesia:
Claro que los pobres se beneficiarían hasta cierto punto de todo este proceso, y que algunos monasterios, por ejemplo en Palestina, contribuyeron en gran medida al desarrollo de la economía local, pero el principal beneficiario seguramente fue la propia Iglesia, que pudo así sentar las bases de la enorme riqueza de la que disfrutaría durante la Edad Media. El volumen de esa riqueza, que había ido a parar a manos de la Iglesia en forma de donaciones y legados desde que Constantino le concediera la posibilidad de heredar, levantando la prohibición del celibato de los ricos impuesta por Augusto, puede juzgarse echando una mirada al Liber Pontificalis (basado en un original de siglo VI), que contiene un catálogo de las ingentes fortunas donadas a las iglesias de Roma, entre ellas latifundios cuyas rentas daban de sí lo suficiente para el mantenimiento de la Iglesia en cuestión.”

Cuando trata de economía, agricultura, comercio o impuestos, abundan las expresiones “cautela”, “difícil de valorar”, “no está claro”, y términos similares, aplicados tanto a las fuentes como a las hipótesis. Peter Heather (1) lo expresa muy gráficamente cuando dice:
Este tipo de interpretación exige que el acercamiento de los historiadores a los autores antiguos no les lleve a considerarlos como a fuentes que proporcionan hechos, sino más bien com o a vendedores de coches usados a los que sería conveniente tratar con saludable precaución.”

Como la mayoría de historiadores actuales, Cameron busca un equilibrio ponderado cuando juzga el papel del cristianismo en la caída del Imperio Romano. Tanto es así que la palabra “fanatismo” sólo aparece una vez en todo el libro, y refiriéndose a los monjes:
Es indudable que Alejandría era propensa a sufrir estallidos de violencia como estos, pero lo cierto es que en cada ciudad se daba una peculiar mezcla de religiones, de suerte que, atizados por el fanatismo de algunos monjes y de determinados cabecillas religiosos, los disturbios fueron haciéndose cada vez más frecuentes durante los siglos V y VI a medida que fue incrementándose la población urbana en muchas de las ciudades de Oriente
Tampoco la palabra “superstición” abunda. Sólo aparece dos veces en todo el libro y es para cuestionarla, cuando la propagación del cristianismo tuvo en los milagros uno de sus principales pilares en el terreno abonado del misticismo neoplatónico (2). La literatura apologética se apoya en cientos (o miles) de milagros. ¿Alguien los ha contado? Sería un interesante ejercicio estadístico.
Es cierto que el concepto “Religión de Estado” viene de lejos; ya la instituyeron los griegos apoyándose en las teorías de Platón (3); pero con el cristianismo llegó a su culminación y ha perdurado hasta el siglo XVIII. Sin duda es un tema medular y me pregunto por qué razón es tan difícil encontrar un historiador que lo encare abiertamente. Supongo que algo tendrá que ver el temor a ser condenado a la marginalidad por una avalancha de críticas que lo arrojarían al cuarto oscuro de la radicalidad y el extremismo; un síntoma más de que la presión del cristianismo aun pervive.
En la historiografía actual, los cambios ideológicos y religiosos, decisivos para el futuro de la humanidad, quedan enterrados en una maraña de teorías sobre las causas económicas, militares, culturales, urbanísticas, financieras… ¿Alguna de ellas ha condicionado, como la religión, los siguientes dieciséis siglos? Da la sensación de que se ha edificado un gigantesco pajar para que nadie encuentre la aguja.

NOTAS
(1)   Peter Heather: La caídadel imperio romano (2005)
(3)   Benjamin Farrington: Cienciay política en el mundo antiguo, Ayuso, 1980 (1939)

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