martes, 24 de enero de 2017

PATRIA de Fernando Aramburu - El conflicto vasco tratado con humor y calidez, sin obviar el dramatismo que lo impregna - Valoración 8,5 sobre 10


Páginas 648
Idioma Español
Publicación 2016
Editorial Tusquets 
 
Me resisto a leer libros en torno a temas muy vistos, oídos, leídos o convividos: franquismo, Guerra Civil, ETA, IRA, transición… Y más actual: burbuja inmobiliaria, crisis bancaria, corrupción… ¿Me van a decir algo que no sepa? Puede. Algún detalle; pero el ochenta por ciento me sonará. ¿Y el de ETA? Bueno, si con 40 años de saturación informativa no tengo bastante…
¿Y que pasa con Patria? Pues que con tanto elogio de la crítica, al final, la he leído. Sí, y me ha gustado ¿Pasa algo? ¿Que qué me cuenta de nuevo? Nada; pero la gracia está en el tono y la amplitud del panorama humano que retrata. Y mucha gracia es la que hace falta para hacerme engullir 650 páginas en torno a un tema que me sé.

Vamos por partes. La historia. Un pueblo innombrado cerca de San Sebastian. Dos familias amigas desde siempre, la de la víctima: el Txato, propietario de una pequeña empresa de transportes, Bittori, su mujer y tres hijos. Y la del verdugo: Joxian, obrero metalúrgico, Miren, su enérgica mujer empapada de consignas abertzales y otros tres hijos. Llegan las cartas exigiendo el impuesto revolucionario; las calles se llenan de pintadas amenazantes, la gente del pueblo hace el vacío a la familia señalada; se les niega el saludo, cambian de acera, en los corros se hace el silencio a su paso, atendidos con desgana en las tiendas. El consejo de los menos hostiles: que se vayan del pueblo.
Por la página 200 ejecutan al Txato y uno se pregunta si la cosa dará para las 450 que quedan. Y sí, lo da. Aramburu sigue desgranando, con humor y calidez, las vidas de sus personajes de uno y otro bando, vidas que quedan afectadas y torcidas por el asesinato; pero a las que suceden muchas cosas más.

¿Y qué tiene de especial la novela? Pues el tono y los recursos narrativos empleados. Son particulares; y de no ser por ellos, que le dan el frescor, soltura y desenfado que requieren los tiempos, tendríamos una obra más en la veterana tradición, naturalista o costumbrista, de la Pardo Bazán y Pereda.
Tenemos al narrador: se diluye, funde y confunde con los personajes; entra y sale sus cabezas como Pedro por su casa con naturalidad, sin que se note. Un ejemplo de tercera persona, onomatopeya y primera persona en una frase corta:
Los tacones eran para despertarle el apetito a Quique, no precisamente el que se sacia comiendo. Toc, toc, toc, los había oído un rato antes puntear sobre el parqué. A ver si va a llenármelo de agujeros.”
La estructura narrativa es un puzzle donde el autor va encajando escenas traídas de saltos de tiempo y lugar. Va y viene de aquí a allá, del antes y el después. Una escena lleva a otra sin desconcierto del lector.
El lenguaje coloquial, engañosamente fácil, con diálogos que a menudo se integran en la descripción, hacen un relato dinámico y vivaz. Y el humor, siempre ahí, refrescando el ambiente; te lo puedes encontrar al volver la esquina de cada frase:
Y el cura se calentó y dale y venga y la paz. Le salió, cosa rara en él, que tiraba a escueto y aplomado, un encendido sermón de veinte minutos.”
Un recurso muy utilizado: narrador y personajes interactúan con preguntas y respuestas que aportan ligereza, como en una charla de taberna (1):
Días después, ¿quién le habla del asunto del premio literario a Gorka? Nadie. Tampoco su madre, al llegar él a casa, le venía con la lista diaria de felicitadores.”
Los personajes secundarios, caracterizados con una salva de tres tiros:
Ella le había ocultado un incidente en la zapatería. ¿Qué incidente? Pues que la dueña, que es más seca que un polvorón, le había echado en cara que no hubiera esperado más tiempo a quedarse embarazada.”
El conflicto vasco tratado con humor y calidez, sin obviar el dramatismo que lo impregna. Una novela costumbrista, de banda ancha y adaptada a los tiempos que corren: por arduo que sea el tema, te lo leerán, siempre que entre fácil.

NOTAS
(1) Del magistral “Tristram Shandy” (1795) de Laurence Sterne todavía puede aprenderse mucho en lo que se refiere a maneras de interactuar narrador-lector-personajes.
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