sábado, 21 de mayo de 2016

APÓLOGOS Y MILESIOS de Juan García Hortelano - Sólo para gourmets de la palabra y la sintaxis - Valoración un 9, con perdón


Páginas 171
Idioma Español
Publicación 1999
Editorial B (Ediciones B )

¿Por qué leo ahora un libro de García Hortelano? No tengo ni idea. Me pasa, cada cierto tiempo con él, Ramón Ayerra (1), Alejo Carpentier y algún otro malabarista del idioma. Aparecen en mi mente por alguna necesidad recóndita de iluminar y lubricar el lenguaje. Todos tienen en común el practicar cierto tipo de barroquismo que acaricia, agita o exprime el castellano. Otras veces me ocurre lo contrario: necesito poner orden en mi cacharrería neuronal, esa zona del cerebro que llaman Área de Broca, y que al parecer es donde guardamos los trastos del lenguaje. Entonces recurro a gentes de orden, adalides de la claridad y la lógica como Mark Twain, Bertrand Russell, J. D. Salinger. Sí, ya sé, son un poco socarrones; pero la guasa que no falte, engrasa el vivir.

Me puse al corriente de lo que merecía la pena leer en la ínclita España de la caspa, no tan remota como parece, durante la mili en Camposoto (Cádiz). Allí contraje dos cosas: un moco verde y espeso, debido a las humedades de las marismas, que persistió durante los tres meses de campamentos, y la afición por los manuales de literatura que no he abandonado hasta la fecha. Bueno, tres, si contamos una entusiasta afición por el fino de Chiclana, que duró lo mismo que el moco verde. Los manuales eran los de Eugenio G. de Nora y Gonzalo Sobejano que fueron un refugio (el libro en una mano para olvidar el cetme en la otra), y los devoré con fruición. Estos manuales, junto a otros muchos, tienen su lugar en mi hipocampo, área cerebral de la memoria, o un rincón en mi corazoncito, como diría un cursi.

De García Hortelano (G. H. a partir de ahora), me interesaron menos sus novelas sociales “Nuevas amistades” y “Tormenta de verano”, y más “El gran momento de Mary Tribune”, “Gramática parda” y sus relatos.
“Apólogos y milesios” reúne 14 relatos de muy diversa catadura, con el sello común de ser escritos en estado de trance verbal, sintáctico y creativo. En “Una tarde rota” una mujer cuenta un episodio terrible con su marido alcohólico (ambivalencia y extrañeza). En “La cosa más loca”, madre e hija, que se refieren a si mismas como “la niña” y “la pinta”, se reúnen en la cafetería de unos grandes almacenes para chismorrear sobre sus maridos, a los que llaman sus “dueños y señores”, y rememorar sus aventuras cleptomaníacas (kafkiano). En “Concierto sobre la hierba” un locutor radia un delirante partido de futbol en una sociedad híper cultural (paradójico). En “Necromanias” un tipo oye en la radio la noticia de su fallecimiento (desconcertante).

Por ahí va la cosa. No les gustará a todos. Como un manjar exótico es sólo para gourmets de la palabra y la sintaxis, predispuestos a aceptar raras sensaciones en la boca del estómago. Un 9, con perdón.

Nota

(1)   Ramón Ayerra es otro de esos autores que, no es que te dejen huella, te la clavan. No tengo a mano su inolvidable “La España imperial”; pero mirad como se lo monta en “La lucha inútil” (abro al tun-tun en la página 160):

Casilda, la mujer del guardia, era una leoncilla morena y dispuesta, igual de riente que su marido, pero con más garra, y con un cuerpecito tremendo, plagado de perfiles castigadores y capaz de sublevar a un regimiento de coraceros

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